Lluvia de tormenta y pena,
es mi más dulce dolor;
aquel que me quema tanto
como lo hace el mismo sol.
Negra sombra me rodea,
a mi, a todo mi ser;
mas sol y lluvia la cruzan
para ellos quemar mi piel.
Huyo y me escondo y penumbra,
un rincón del callejón.
Ya veo llegar la tormenta,
oculto de ella y del sol.
Y la observo en la distancia,
pues me embelesa su ser.
Se acerca hacia mi lentamente...
No me pregunto el por qué.
Alzo la vista a las nubes,
nubes de dulce dolor.
Noto la lluvia en mi rostro,
quemando en mi corazón.
Soy consciente, puedo verla,
conozco y siento su daño;
mas me hallo incapaz de huir
siempre la adoré demasiado.
Alzo los brazos al cielo
para abrazar la tormenta.
Su lluvia me quema y mata
de una forma dulce y lenta.
Moriré sin evitarlo,
por propia decisión,
junto a mi amada tormenta,
que hacia mi no llovió.
Sin embargo ella se aleja,
para mi bien y pesar.
Cerca estuvo pese a todo...
su marchar duele ahora más.
Y moriré en solitario
de vuelta ya entre las sombras.
Ya echo de menos su lluvia
pese al dolor que me otorga.
Ojalá vuelvas, tormenta,
para entregarme mi fin;
pues yo prefiero tu lluvia
a deber vivir sin ti.
Me ocultaré cuanto pueda,
ya volverás por aquí.
Ya nos veremos, tormenta,
pues siempre fue y será así.
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