Tantas noches, y mañanas,
sofocantes, tan heladas...
Olvidadas las caricias
por querer sin la pericia
necesaria para amar.
Las canciones, los sonetos,
el rozar del viento quieto,
y el momento en que susurros
fueron dulces, claros, puros,
y no un llanto gutural.
No fue honor, no fue paciencia,
fue más bien por dependencia.
No fue luz, no fue penumbra;
fue por ver un aura obscura
que arrastraba tu alma al mar.
Y si tiempo no me queda
para ver sanar tus penas,
que deidad cualquiera escuche
la oración que ahora me urge,
para no dejarte atrás.
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