Diome vida la poesía
cuando yo ya perecía.
Diome un alma
empero rota.
Busco agora
dulce gota
que no colma
ni desborda.
Digo ¡Pardiez!
por no poder veros.
¡Digo menciones
a dioses ajenos!
Alargo la mano,
¡Y pido consuelo!,
mas ya desespero,
y espero el encuentro.
¡Dame la vida,
princesa engreída!
¡Dame tus labios
morados, sin vida!
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