Érase una tortuga,
entonando una canción,
que trataba sobre un perro
que le robó el corazón.
¡Ay! Pobre la tortuga,
que no hallaba solución;
que se hallaba estancada
entre dudas y temor.
Hablaba de una fuga,
de alejarse con su amor.
Pobre tortuga ilusa,
que aquel perro nunca amó.
Soñaba mirando a la luna
sobre un perro que volvió.
Soñaba que se miraron
y que el perro confesó.
''Siempre te amé tortuga,
pero nunca hallé el valor
de exponer mis sentimientos
por el miedo a tu reacción.''
Sonriente la tortuga
ya encontró la solución.
Se dejó morir en la noche
y por siempre jamás soñó.
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